lunes, 13 de marzo de 2017

Espectro

Abrí los ojos y ahí estaba: Sentada en el sillón enfrente a mi cama observándome con una cara burlona y una sonrisa pícara, casi malévola. 

Sí: me dio miedo. Me dio miedo verla; Ver como me miraba, ver como se le iban los ojos viéndome mientras yo estaba muda del pánico sin hacer nada. Cerré y volví a abrir los ojos porque pensé que estaba soñando pero no, era real. Ella se rió cuando vio mi cara incrédula de lo que estaba pasando. Sentí más miedo en ese instante.

En ningún momento me quitaba la mirada de encima. Se fijó del pánico y de lo asustada que estaba pero aún así continuaba sonriéndome y esperando que yo hablara.
No sé como me motivé a pronunciar palabra y ni siquiera recuerdo lo que le dije pero, tengo presente la forma en que me contestó, su voz dulce y suave: 
«Créeme... Ni yo que soy vos sé como he llegado a esto.»

Sentí que mil pedazos de mi cabeza se hacían añicos para poder procesar esa respuesta y no podía creer lo que veía: Una mujer desgastada y hasta con cierto aire de miserable. Sin embargo, lo mas increíble era lo que transmitía ella por sí sola, su presencia y su mirada, tan triste que ni los cuervos hubieran querido comérsela. 

Se levantó del sillón para soltar carcajadas espantosas de burla y los ojos comenzaron a sangrarle. Con los ojos desangrados, me seguía mirando y no sé como yo no desprendí mi mirada de ella, tampoco.

De un momento a otro, parpadeé  y ya no estaba. Abrí los ojos nuevamente pero mis párpados cayeron cerrándose. 

Cuando volví a abrir los ojos fue solo para darme cuenta que ya estaba amaneciendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario