sábado, 21 de abril de 2012

Monólogo de un sueño


Me desperté con un sabor dulce amargo en mi boca. No sabía si era mi aliento el que sabía tan mal o si era el sabor de lo que había soñado; Era lo segundo. Y es que, mi sueño no había sido sueño.... Había sido una pesadilla amarga de monstruos oscuros y sombras que tenían la cara de todos mis seres queridos riéndose de mí mientras me hablaban en voz dulce diciendo quererme.

Moví la cabeza para ya no acordarme de esa pesadilla pero me parecía demasiado real todavía. Me estiré, tratando de olvidar lo que había soñado pero seguía ahí conmigo. Levanté la mitad de mi cuerpo a modo de quedar sentada y me detuve a pensar viendo la pared blanca que estaba frente a mí. Creo que me quedé viéndola durante un minuto y me moví para levantarme.

Pero no me levanté. Me quedé en mi cama y era como si mi cuerpo no quisiera levantarse mientras mi mente le decía que lo hiciera. Aún así, no lo hizo... O no lo hice. Tal vez era un movimiento involuntario, tal vez quería y a la vez no. Tal vez sólo quería quedarme acostada viendo al techo tratando de encontrarle sentido a ese sueño. Y así fue. Me acosté nuevamente y me quedé viendo al techo como si la lógica de mi sueño estuviera escrita ahí. 


Sólo eramos tres: mi cama, mis pensamientos y yo. «La compañía perfecta», me dije. Exactamente eso era... Perfecta pero todavía sola. Perfecta pero sin sentido alguno. Perfecta pero sin nada de lógica. Perfecta pero sin entender el porqué. «Tal vez no tenga que entender... Tal vez así tiene que ser», pensé.

Mientras miraba al cielo del techo, tuve un recuerdo de cómo había sido esa pesadilla dulce amarga que me había dejado con miedo. Tenía miedo de que se volviera realidad, miedo a que se burlaran de mí y rieran tal chiste yo fuera... Miedo a que sucediera. «No pasará», dije. Y me lo repetí unas tres veces para creerlo. Tenía que creer que no pasaría... No podía pasar.

Parpadeé y en ese minúsculo parpadeo, ví mi sueño reflejado nuevamente: sombras y ecos de carcajadas mal intencionadas hacia mí. Blanco y negro era mi sueño... Sólo mi persona estaba de color. «Amarilla», recordé; mi color favorito. Sonreí y volví a recordar tal sueño. No sé por qué quería acordarme de ese sueño, de esa pesadilla si me daba miedo. Una voz en mi cabeza me dijo: «Porque a lo que más le tememos es lo que más debemos de hacer». Me acordé de haber escuchado eso en alguna parte alguna vez.

No había salido el sol y mis ventanas estaban empañadas. No hacía calor, hacía frío. «Tal vez es el calor de mis pensamientos», me dije y reí porque sabía que no era cierto. Creo que el reloj marcaba las 5 de la mañana y yo ahí despierta, pensando, tratando de recordar tal pesadilla o tal sueño que me había dejado en blanco y a la vez, asombrada. «Lo pensas mucho>, dijo mi cabeza. «Siempre de complicada», me dije.

Seguía viendo el techo y encontré que decía «dormite». «Estoy loca», pensé y me contestaron «Ya lo sabíamos». No sabía quien me hablaba, no sabía si era mi cabeza o si era el eco de mis pensamientos. La verdad no me importaba, no me asustaba... Ya me había acostumbrado a hablar conmigo misma y a tener conversaciones que sólo yo las entendía. «Mis propios monólogos», pensamos las tres.

Empecé a reír sin razón alguna y por mi ventana, el sol empezaba a dar sus rayos de luz. Debía dormir y debía soñar la continuación de mi pesadilla. Quería tener la continuación y saber en qué terminaba. «Duerme y veremos que pasa», dijo el eco. Quería hacerle caso pero... ¿y si soñaba algo peor esta vez? Me invadió el miedo nuevamente. «Me arriesgo... quiero saber», pensé. Cerré mis ojos y los abrí. Tenía miedo. Giré la cabeza y volví a cerrar mis ojos.



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