domingo, 16 de septiembre de 2018

Equisciente

No recordaba la última vez que había escrito para alguien que no fuera ella pero echó a andar su cabeza pensando: había dejado de plasmar lo que sentía en una tercera voz cuando sintió que estaba viviendo realmente, cuando lo experimentado era el menú diario y ya no un invento, ya no una ilusión de lo que le gustaría que pasara. Empezó a vivir cuando se enfrentó a su yo interno y al qué decir de aquel infierno en pueblo chico que alguna vez la llegó a asfixiar.
Con el tiempo, le restó importancia y aprendió a quitarse cada vez un poco los paradigmas que albergaba consigo; vendas oscuras impuestas por sí misma que no la dejaban ser a plenitud.

Le ha costado, no puede negarlo.

Ha llorado más veces de las que creyó llorar y aún así, la risa la ha acompañado mucho más de lo que se pudo imaginar.

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