Vivo en un país impune. Impune para aquel que mata o comete un delito similar, un delito muy grave. (¿Grave según quien?)
Vivo en un país que se mueve por dinero: sobornos, el que de más, el que pueda pagar más.
Vivo en un país en donde la violencia y la muerte son noticia todos los días, a todas horas; muertos aquí y otros, allá.
Vivo en un país que a cada instante pierde sensibilidad. Esa, la poca que nos queda.
Vivo en un país que se entrega al mejor postor; un país en donde de un cargo público, se puede amasar fortuna a partir de los fondos estatales. (Entró debiendo y salió hasta con propiedades.)
Vivo en un país en donde se crean leyes que perjudican a todo aquel que trabaja, imponiendo decretos y subiendo impuestos; queriendo sacar dinero de donde no hay, de donde no alcanza para pagar.
Vivo en un país que tiene memoria a corto plazo. Surge un escándalo pero éste se olvida hasta que aparece otro y así sucesivamente, superando a veces, al anterior. Lo que fue noticia hoy, pocos lo recordarán el mes siguiente.
Vivo en un país en donde la gente muere a causa de la delincuencia y, lo único que hace es lamentarse por la pérdida. Llorar, solo eso nos queda. Ah, no se diga de la resignación.
Vivo en un país con más de seis millones (y disminuyendo, ¿o creciendo?) de salvadoreños en una extensión territorial de 20, 742 km² con un promedio de 20-24 muertes diarias. Por violencia. Por delincuencia.
Vivo en un país corrupto. Cualquiera puede lavarse las manos, cualquiera puede comprar al otro; cualquiera puede presentar pruebas y ni así, hacer valer justicia.
Vivo en un país que crea leyes que benefician a unos para perjudicar a todos. ¿Adónde quedó el dicho: o todos en la cama o todos en el suelo?
Vivo en un país en el cual, si se avanza un paso se retroceden tres.
Vivo en un país en el cual todos opinan lo que se debería de hacer, lo que se tiene que hacer pero nadie lo hace y que se le ponen obstáculos tras otro, a aquel que lo intenta y/o hace algo por salir adelante.
Vivo en un país en el cual el lema de su bandera es “Dios, unión, libertad”, pero que no lo aplica.
Vivo en un país en donde se justifican las leyes, la corrupción, la probidad y la impunidad. Todos se quejan, nadie hace nada.
Vivo en un país en donde (algunos) funcionarios hablan de transparencia pero no la demuestran. ¿No sabrán que las palabras van acompañadas de acciones, si no, solo son palabras?
Vivo en un país en el cual sus procesos electorales pueden llegar a tardarse un mes y medio en el conteo de votos (¿quién se acordaba de eso?), que se tira la culpa el uno al otro (aprendió a lavarse las manos), sube costos y no puede justificar sus excesivos gastos (¿para qué quieren 900 millones: para endeudar más al país?)... Me pregunto yo, ¿será falta de organización o ineptitud?
Vivo en un país en donde es “normal” que te roben y si no te ha pasado, sos de los pocos (y contados) suertudos.
Vivo en un país en donde procesan a aquel que se robó una gallina o una vaca pero al que roba millones y descuartiza personas, no. Menos mal que todos somos iguales ante la ley, según la Constitución pero, ¿a quién le importa la Constitución? O sea, ¿quién lee la Constitución?
Vivo en un país que tiene como presidente a un ex-guerrillero, experto en detonación, en dinamitar puentes (¿acaso fue usted el que destruyó del puente de Oro?), que quemó la bandera de Estados Unidos (iUy! ¿Todavía hay quien se acuerde de eso?) y ahora le pide a medio mundo que invierta en su país; un presidente que se jacta de decir que los medios de comunicación crean una “guerra psicológica” al presentar sólo malas noticias de El Salvador , que los medios son los que infunden el miedo a la población, que no hablan de las buenas obras que está realizando el gobierno (hey, ya no me acordaba de eso).
Resulta que no se puede tapar el sol con un dedo.
Vivo en un país que comete los mismos ¿O, más grandes? Errores del pasado. Un gobierno que cree y continúa ocupando las mismas tácticas y estrategias de la década de los 70’s, ignorando que existen redes sociales ahora y veracidad que no había en aquel entonces, en los medios de comunicación. (Yo de verdad creí que iba a ser diferente, les di el beneficio de la duda mas no voté por ustedes).
Vivo en un país que tuvo un gobierno y hasta políticos que han pactado con delincuentes, asesinos, extorsionistas y quien sabe qué más… Un país ¿o un gobierno, una figura pública? que no importa lo que suceda mientras no le pase a un alto funcionario. ¿Qué no han visto la historia de Colombia con el narcoterrorismo? Así estamos.
Vivo en un país en el que tengo que desconfiar de todo y de todos. No puedo caminar sin sentir que me harán algo, bendito Dios si solo me robaran lo que ando.
Vivo en un país en donde llegar a mi casa después de un largo día sano y salvo, es un alivio. Si es que no, milagro.
Vivo en un país que dice no estar en guerra cuando es lo contrario: Se siente en guerra y está en cualquier parte, ya no en las afueras de la ciudad, en el pueblito; no.
Vivo en un país que suda trabajo y a veces, su pago es en sangre.
Vivo en un país donde no hay que decir nada, hablar nada porque no has visto ni oído nada.
Entonces, me pregunto, ¿yo vivo en mi país o sobrevivo en mi país?
Estoy en un país que vive con miedo pero sobrevive con esperanza. La esperanza de salir de donde estamos, de un verdadero cambio y que éste no sólo sea el eslogan de una campaña política.
Mi país cree en la esperanza, yo (todavía) tengo fe. Se puede salir adelante pero debe de ser todos juntos, unidos.
Alberto Masferrer escribió hace ya un siglo atrás en “Leer y Escribir”:
“… Lo que nos falta, en lo que esos hombres del norte (refiriéndose a Europa) nos son marcadamente superiores, es en fraternidad, en solidaridad. Nos han criado en el egoísmo, hemos crecido en él, lo hemos incrustado en nuestro espíritu como ideal de sabiduría, hemos hecho de él la regla por excelencia de nuestra vida práctica.”
Mi país se profesa a sí mismo y a todos que, “la fuerza hace la unión” y no al revés. No se puede y no se debe de seguir creyendo lo que es ya del pasado. Mi país necesita unión y libertad, como reza la bandera. Empezar a ser un todo por un todo, dejando de lado los individualismos para alcanzar el bien común de quienes lo habitan: Nosotros, los salvadoreños.
Tal y como lo creyeron nuestros padres de la patria en 1821: Ellos creyeron, se unieron y erigieron un país que no fuera dependiente de nadie más que de sí mismo. Más que un país, construyeron una nación.
Yo creo en mi país.
Aun con todo lo anterior, con todo lo malo, yo creo. Creo en que se puede avanzar sin retroceder. Creo que se puede salir adelante. Creo en esas personas que quieren hacer de El Salvador un mejor país, en aquellas personas que tratan, que se esfuerzan, que ponen de su parte. Sé que se puede. Hagamos que se pueda.
No quiero huir de mi país. Quiero estar aquí y ser parte de la solución; quiero ayudar, ser útil.
Se necesita, se debe de tener un objetivo, una visión para hacerla realidad: Saber hacia donde se quiere ir.
Yo anhelo y sueño que todo el mundo pueda ver la magnificencia junto a la belleza de país en cual nací, en donde crecí. Y más que soñarlo, quiero cumplirlo.
Quiero cambiar la percepción y el concepto que se tiene de El Salvador internacionalmente: Que se sepa apreciar los valles, montañas, cañales, maizales, fincas… Valorar el esfuerzo y el trabajo de la gente que lo habita, de la gente que quiere que mi país, que el país mejore. Y sobre todas las cosas, dar a conocer al mundo y reconocer nuestra gran virtud: Echarle ganas, sonreír a pesar de lo malo. Exaltar esa virtud que sólo los salvadoreños poseen para que sea conocida mundialmente.
¿Por qué no hace usted lo mismo, señor Presidente? O, por lo menos, ¿trata de hacer “algo”, aunque sea? ¿Su gabinete qué dice? ¿Los señores diputados que dicen, que hacen?
Un país en donde los más de 6 millones de salvadoreños se levanta cada día con la ilusión de que será un mejor día: En el trabajo, en la escuela, en el bus, en la calle, en el puesto del mercado… Un mejor día en el que no tengan que oír/leer/saber/ver de algún muerto, algún desaparecido, algún ataque a la policía y más y más. Un día que va a dejar de ser “algún día”, un día que va a llegar.
Tal día, mi país será El Salvador que merece y tiene que ser.