Casi parece que todo lo que dices con ella suene serio, a veces demasiado serio.
Pienso en tus manos. Las veo y son grandes con tus uñas bien recortadas. Me gustan los ademanes que haces con ellas y tus dedos largos.
Paso a ver tu nariz. Es grande pero va acorde a tu cara y tu cuerpo. Me parece divertida, te confieso y no sé el porqué.
Haces pausa y me estás viendo porque he guardado silencio por un rato ya, oyéndote sin oir ni decir algo y sé que estás a punto de hablar cuando yo te corto:
—No me parece buena idea. —Digo y me quedo esperando tu respuesta un momento. Estás pensando qué decirme, yo sé y prosigo:
—Es decir, no me parece buena idea que hagas algo que no te convence del todo. Yo no creo en las mitades: O sos o no sos, o es negro o es blanco. No creo en lo gris.
No estás seguro pues no lo hagas.
Me estás mirando y no encuentras qué responder. Yo no sé qué más decir porque creo haber dicho suficiente. Me estás mirando las manos y pasas a verme la boca, subes a mi nariz y terminas en mis ojos. Me estás viendo directo a los ojos y yo te sonrío. Tú también sonríes al decir:
—Gracias. Creo que quería escuchar eso, que alguien me dijera eso.
Busco tu mano y la encuentro. Está sudorosa porque sé que te pones así cuando te invaden los nervios. Doy una pequeña risa y te pones rojito. Me das un beso en la mejilla derecha , hueles mi pelo y me abrazas. Yo te tomo de la mano y te doy un beso, un beso que sabes cuanto significa.
Caminamos agarrados de la mano, de tus blancas manos y sabemos que nos ven, sé que me están viendo pero no quiero darle importancia.
Quiero caminar cuantas veces pueda así contigo.
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