Escuché tus pasos pero nunca llegaste; no terminaste de llegar, en realidad.
Te imaginé. Cada paso que escuchaba era una parte de ti.
Te vi. Aún cuando no te había visto en persona, te vi: Conmigo. Junto a mí.
Te vi en esa oscuridad que aparece al cerrar los ojos.
Te quise, te quiero.
Tengo tantas ganas de que estés aquí, te quise ahí.
Me quise ver contigo, me quiero ver contigo; tú junto a mí.
Te llamé. Aclamé tus palabras; te llamaba de la única manera que podía: Esperar.
Esperar para que me escucharas, para que llegaras.
(…)
Jamás llegaste.
Me quebré.
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