Hace
un par de meses me preguntaron si era feliz. No respondí pero mi mente voló
instantáneamente a como las lágrimas caían por mi mejilla derecha y empezaban a
caer por mi izquierda… Recuerdo como me sentía y quién hubiera dicho que era
sólo el comienzo del viaje tan largo que me esperaba.
Rara
vez las cosas que empiezan mal terminan bien pero había algo en mí que me decía
que así sería: Acabarían bien. Confié. “La esperanza debe ser lo último que se
pierda”, me dije. “Todo está en qué perspectiva veas las cosas”, me animé.
Siempre
había tenido más de lo que yo pudiera pedir, pero nadie me dijo nunca que al
crecer no sería lo mismo. Lo aprecié pero no tanto como lo valoro ahora. Me
dejé llevar y pensé que iba a durar para siempre. “Ni el amor es para siempre”,
habló una voz dentro de mí.
Y,
así son las cosas: Nada dura para siempre… Todo tiene un final. Ahora lo sé
pero antes no lo entendía. El tiempo hizo lo suyo. Crecí y me adapté a las
situaciones. Acepté lo que con los momentos vividos confirmo: La felicidad es un viaje; no un lugar.
Solía creer que la felicidad era un lugar, un lugar donde se puede estar en
armonía consigo mismo y sí existe, pero está dentro de cada persona; Está
dentro de cada persona realizar su travesía porque la felicidad es el viaje de
la vida. Para mí, la felicidad es ahora ese viaje constante y el camino más estrecho
en el que voy descalza entre tantas piedras, moviendo cada una de ellas para
seguir siendo feliz.
Creo
realmente que ser feliz está en uno mismo. Si no se es feliz consigo mismo, ¿Cómo
se podría ser con los demás o con la vida? Y, aunque ser feliz y la felicidad
no parezcan o suenen lo mismo, tienen un significado en común: armonía. Esa armonía
que, aunque las cosas no estén como se desean, encuentra un equilibrio entre
todo lo bueno y malo. Pero he ahí: La
felicidad tanto como ser feliz es una decisión y cada quien elige si tomarla.
La
felicidad es subjetiva y objetiva, según mi punto de vista. Subjetiva porque a
cada persona le ha tocado vivir una vida y cada uno la idealiza a su manera y,
es así, como también es objetiva porque cumple con una finalidad: Estar en
armonía con el alma, cuerpo, mente y corazón además de consigo mismo. La
felicidad es ver mucho más allá de los problemas y de lo que nos presenta el
mundo, es crear nuestra propia realidad.
Recorriendo
los laberintos que encierra la mente, vino a mí aquella pregunta que pensé
había olvidado (o eso había tratado de hacer) hace ya un tiempo por lo que
ahora me pregunté a mí misma si era feliz. La respuesta fue “sin duda alguna que sí”;
Claro que sí soy feliz porque he decido ver más allá de mis problemas, tratando
de hacer y ser mejor las cosas. He decidido ser feliz porque ahora comprendo,
entiendo y sobretodo, sé que la
felicidad es un camino. Largo, por cierto pero que siempre valdrá la pena
caminar.
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