«Te dejaré a ti, pero no a tu recuerdo».
Fueron las últimas palabras que ella dijo, y emprendió camino. Agarró su maleta, quién sabe si estaba en realidad llena de ropa o si sólo era para aparentar que en serio se iría. Tendrás tus razones para irte, para dejarme pero te daré más razones para quedarte, para tenerte conmigo.
—Dramática como siempre, mi amor— le dijo mientras la miraba irse.
Ella hasta caminó despacio deseando en sus adentros que le pidiera quedarse pero no se movió; ni siquiera le miró la cara. Esperó a que ella llegara a la puerta para así él levantarse, dejar de mirar la salida de esa dramática mujer que amaba. Ella llegó hasta la puerta y movió la vista hacia un lado: Ahí estaba. Él. Su sufrimiento. Su amor.
«Existen diferentes tipos de besos pero los mejores se dan con la mirada».
—¿Iglesia?— Dijo ella sorprendida. Él le respondió con la mirada. —¿A qué? A ti no te gusta ir a la iglesia.
—Pero a ti sí… Así que date prisa que las ganas de estar contigo para siempre me consumen: Vamos, que nos casaremos.
Ella lo miró tan incrédulamente y sin poder hablar. No lo veía posible, no lo creía cierto hasta que él se acercó dándole otro beso y ahí, ahí entendió que era en serio.
«A besos entiendo, a veces no».
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