Ese día tuve las ganas de correr, de buscarte, de estar contigo y contarte todo. Todo como me sentía, buscar tu consuelo y creo que hasta ingenuamente, tu amor.
Te busco, te quiero y necesito que me mires con amor, cariño y dejes la mirada de deseo para otra ocasión, las risas burlonas y tu actitud de cabrón a un lado para prestarme atención.
Y es que cuando pones atención, cuando me hablas y escuchas de verdad, me pareces todavía más atractivo; me dan más ganas de besarte y sentir que te compartes conmigo.
Ese día, quise correr a buscarte, quise llamarte, quise escribirte o aunque sea, verte.
Sí: yo quiero y sé que tú también quieres estar conmigo; como dijiste una vez: <Quién sabe, podemos terminar enamorándonos... O yo me puedo terminar enamorando de vos>.
Reí, cuando dijiste eso reí; esa es mi reacción cuando me pongo demasiado nerviosa y tiendo a hacerme la que no me importa: Quien iba a decir que contigo pasa que me importas y que tu mirada me hace sentir nerviosa, demasiado nerviosa.
Quiero correr hacia ti y que me abraces, me des tu cariño y por esta vez, seas mi consuelo.
Por esta vez, sea yo la que me desahogue contigo.
Por esta vez, que sean muchas más juntos.
Pero no puedo, lo que tú y yo tenemos no se puede.
Ese día tuve las ganas de correr, de buscarte, de estar contigo y contarte todo. Ya sabes, de esos días como ahora en los que pienso mucho, mucho más de lo común y que la tristeza me visita.
Quiero y resulta que no puedo.
Quiero y por eso me desahogo escribiendo: a ti, por mí.
Este es mi único consuelo.
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