Siendo ya vieja, se despertó llorando. Estaba asustada y
temerosa de lo que había soñado. Volvió a ver a su derecha y ahí estaba: Su
amor. El amor de su vida.
Tuvo la necesidad de escribir en ese
preciso instante. Agarró la libreta que
estaba en su mesa de noche, la libreta que siempre tenía por si sentía ganas de desahogarse. A la par de la libreta, un bolígrafo. Encendió la
lámpara.
Y, escribió:
Quien diría que nos veríamos así:
Frente a frente pero espiritualmente.
Que te dejaría de ver pero no de sentir,
Que te marcharías pero seguirías aquí.
¡Qué cosas, qué cosas depara la vida!
Justo ayer te tenía conmigo,
Abrazándome y quitándome el frío.
¡Qué cosas, qué cosas depara la vida!
Te veía, te admiraba y te adoraba.
¡Ah pero como me encantabas!
Maldigo la muerte,
Maldigo vivir.
De más está decir que te extraño,
De más está decir que te amo.
Hasta la tierra sintió mis lágrimas,
Hasta yo me sentí morir.
Y, es que así estoy: Moribunda;
Muerta en vida; Muriendo sin poder morir.
Con el amor vivía pero, qué hago ahora que te perdí?
Prefiero morir.
Un par de lágrimas rozaban sus mejillas, agarró el bolígrafo con más firmeza mientras finalizaba llorando:
Para el muy lejano día en que te toque partir, mi amor.